-“Necesito que me digas que hacer”- me dice mirándome a los ojos nada más llegar.
En mi trabajo como psicóloga y terapeuta yo no le digo lo que tiene que hacer a las personas a las que acompaño, si lo hiciera estaría acompañando desde una posición ególatra. Llevo muchísimos años trabajando en mí para alejarme de ese Ego que en ocasiones se muestra sin avisar, y de su vocecita que me susurra: “Eres perfecta y tienes la verdad”. “Soy lo que los demás piensan de mí. Mi reputación me define”.
Cuando alguien se pone en contacto conmigo para que le acompañe en algún proceso que quiere iniciar, las referencias que pueda tener de mí y de mi trabajo la llevan a marcar mi número de teléfono, pero mi reputación o lo que esa persona piense de mí, no es lo que necesita para cambiar.
Lo que necesita para cambiar es lo que piensa sobre sí mismo/a, ¿quién es?; ¿quién quiere ser?; ¿qué necesita?; ¿cómo se muestra al mundo?; ¿qué quiere o necesita cambiar?……. en definitiva redescubrirse, reencontrarse, mientras observo, acompaño, doy, y pongo toda mi energía en acamparla de la mejor manera que sé y puedo.
Yo no doy consejos ni dirijo en el proceso de terapia. Acompaño a la persona para que redescubra lo que ya sabe y el carácter tapó.
Acompaño ofreciendo herramientas para atender y acoger la emoción que se muestra en el proceso.
Acompaño para dar luz a sus sombras.
Acompaño para que comprenda que lo no somos perfectos/as, que no controlamos nada, que hacemos lo que podemos con lo que tenemos y que en ocasiones es suficiente con hacer bien lo que sabemos hacer.
Acompañó para que comprenda que en ocasiones tenemos que bajar el nivel de exigencia para poder ir gestionando poco a poco los sucesos (algunos vienen acompañados de dolor), que se van presentado en su vida.
Acompaño para ofrecer recursos que le permita gestionar los cambios que se hace necesario implantar para poder continuar.
Acompaño para visibilizar lo importante y necesario que es tener vínculos y apoyos.
Acompaño para comprender que la primera prioridad en su salud, su bienestar personal, en definitiva, su autocuidado.
Y esta acompañamiento lo hacemos juntos/as. Sin exigencia, respetando los tiempos y con mucho amor. A medida que avanzamos el acompañamiento da paso a un aprendizaje enriquecedor y muy nutritivo para ambos/as.
Me viene a la mente mientas escribo un libro que leí hace años de Wayne. Dyer “El poder de la intención”, no es uno de los libros más conocidos de este autor y reconozco que el día que lo vi en el estante de aquella librería no tenía referencias al respecto, el título me llamó la atención y lo compré. Recuerdo que el inicio de la lectura me resultó un poco denso, en ocasiones nada atractivo para continuar con su lectura, aun así aprendí de su lectura lo que en ese momento estaba preparada para aprender.
En consulta pongo mucho la atención en trabajar que intención hay detrás de nuestras decisiones (eso que hacemos, decimos y pensamos que nos lleva a la acción). El llegar a la intención nos aporta mucha luz de algunos de nuestros patrones de conducta que en ocasiones no nos resultan útiles ni son saludables. Cuando lo intención se muestra el “darnos cuenta “es extraordinario y el trabajo se hace más consciente.
Mi “darme cuenta” con este libro, es como decisiones inconscientes del pasado se muestran como necesarias en un futuro, de ahí la importancia de la confianza en nosotros/as mismos/as.
La confianza de que cuando llegue el momento sabremos qué hacer y para ello debemos irnos preparando, adquiriendo recursos y herramienta, que nos permitan vivir desde un espacio de bienestar personal, al mismo tiempo que vamos dando luz a nuestras sombras.
Una de las más hermosas compensaciones de la vida consiste en que nadie puede intentar sinceramente ayudar a otra persona, sin ayudarse a sí mismo/a. R.W.Emerson.