¿Cómo puedo calmar la agitación de mi mente? – me pregunta.
Meditando – le respondo.
¿Y eso cómo se hace? – me pregunta.
Practicando – le respondo.
Los budistas dicen que la mente se puede comparar a un mono. Al igual que un mono salta de rama en rama, estando continuamente agitado, la mente salta sin parar de un pensamiento a otro, lo que nos deja agitados/as y confusos/as.
Vivimos en la hipertarea y en ocasiones a un ritmo frenético, no es de extrañar que el estrés y la ansiedad poco a poco formen parte de nuestra vida.
El motivo principal de nuestro sufrimiento es el pensar demasiado. Por lo tanto, en la medida que aprendamos a calmar nuestra mente, podremos aliviar gran parte de nuestro sufrimiento y de nuestra frustración.
Darnos cuenta de cómo estamos llenando nuestros espacios, a que le pongo atención; que estoy descuidando…… es necesario para poner orden y recuperar la calma.
La meditación como herramienta nos permite parar el ruido de nuestra mente facilitando la autobservación, para escucharnos y así saber que quiero y que necesito.
Una aliada para la práctica es la respiración. Concentrarnos en la respiración es mucho más fácil de lo que parece y nos permite rescatarnos de nuevo a nuestro espacio de paz cuando la mente nos lleva a su espacio de ruido.
Aprender a meditar e integrar su práctica en nuestro día a día nos permite ganar en seguridad y confianza en nosotros/as mismos/as, al mismo tiempo que nuestra manera de relacionarnos se hace más consciente, como también se hace más consciente el conocimiento de mí: la sensación de mi cuerpo, mis sentimientos, mis pensamientos. Y es este darme cuenta de este conocimiento a su vez me lleva a incrementar mi seguridad y autoconfianza.
Calmar la mente nos permite tener más apertura para ver otras opciones y otras posibilidades de acción.
Calmar la mente para reconocernos, y vivir desde la honestidad con lo que soy, con lo que quiero ser, hacer, sentir y pensar con coherencia.
¿Nos ponemos en marcha?