31/03/2020

La mala prensa de la tristeza

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¡Qué mala prensa tiene la pobre! Me comenta Angelina Toichoa, psicóloga general sanitaria y sexóloga en Om Psicología, una tarde de tertulia hablando sobre la tristeza.

Los niños no lloran…

No llores que te pones fea….

No sé cuándo, cómo y dónde decidimos no dar rienda suelta a la tristeza, ¿sería para que las niñas fueran más guapas y a los niños hacerles un guiño?

Motivada por la curiosidad tiré de hemeroteca y me puse a indagar qué se había escrito sobre la tristeza; seguramente, porque nací y crecí en una familia católica, aterricé directamente en la Biblia, que casualmente tiene algunos ejemplos de cómo con la tristeza glorificamos a Dios, siendo este sentimiento un resultado directo o indirecto del pecado. En los salmos, David derrama la tristeza de su corazón ante Dios. El hijo pródigo regresa arrepentido y triste, siendo perdonado y recibido por un padre alegre que da gracias a Dios por su regreso.  

Lucio Anneo Séneca​ (Corduba, 4 a. C.-Roma, 65 d. C.) filósofo, político, orador y escritor romano, en la pauta de Séneca da a su amigo Lucilio un mensaje: “Humillarte o deprimirte, te lo prohíbo”. Y en unos de sus ensayos dice: “La tristeza, aunque esté siempre justificada, muchas veces es pereza. Nada necesita menos esfuerzo que estar triste”.

Sigmund Freud, médico neurólogo austriaco de origen judío, padre del psicoanálisis y una de las mayores figuras intelectuales del siglo XX, define la tristeza como un acto de renuncia frente al deseo, un acto voluntario e inconsciente para no afrontarlo. El deseo es lo opuesto al reposo, ya que para desear es necesario tener la impresión de reencontrar algo, y este acto reanima la satisfacción y nos lleva a la acción, mientras que la tristeza conduce a la inacción.

Unido a la tristeza está el llanto y con el llanto nacemos dándole la bienvenida a la vida. Esta virtud desaparece de un plumazo cuando la socialización y la aceptación del grupo prima, y adquiere valor y protagonismo en nuestras vidas, es más, la virtud del llanto pasa a estar infravalorada.

Cuando reprimimos el llanto frustrado que lucha por salir y no le damos vía libre se queda anclado en nuestro cuerpo, causándonos probablemente limitaciones y dificultades futuras.

Llorar es esencial en nuestras vidas, no debemos prohibirlo ni sentir vergüenza de ello, es una forma de exteriorizar y mostrar la tristeza, que no es ni buena ni mala, ni guapa ni fea, ni mucha ni poca. No es cuestión de dualidad, sino de qué le decimos y qué hacemos con ella cuando nos toca a la puerta. No hay que negarla sino hacerla consciente, observarla, sentirla, darle su espacio y regularla. Esto es lo que llamamos en psicología gestión, regulación o inteligencia emocional.

Esa tarde de tertulia finalizó con un reto. El reto consiste en escribir sobre la tristeza, sin expectativas, sin intencionalidad, sin poner mente, simplemente escribir, dándole rienda suelta a la tristeza.

¿Te animas y nos acompañas?

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Mar
Mar
4 años registrado

Me resulta muy interesante la visión de la tristeza a lo largo de la historia. Y actualmente parece que se le comienza a dar cabida sin prejuicios. Como madre de tres, el llanto en mis hijos es algo que nunca intento reprimir, porque hay que expresar las emociones y gestionarlas /canalizarlas…pero qué difícil es educar en emociones a los niños cuando no hemos aprendido los adultos a hacerlo. Y qué gran aprendizaje supone para afrontar la tristeza y el llanto en nosotros mismos.

Tavarishka
Tavarishka
4 años registrado

Yo creo que debemos permitirnos estar tristes en determinados momentos; el problema surge, a mi entender, cuando ese sentimiento se convierte en la norma de nuestras vidas. ¿Qué hacemos entonces? Si no estamos alegres las 24 horas del día los 365 días del año, tampoco puede suceder lo mismo con un sentimiento opuesto como la tristeza. ¿Equilibrio? Parece que sí. Habrá que trabajarlo, ¿no?

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Aprender de la envidia – #AhoraYo
4 años registrado

[…] envidia es una de las emociones socialmente con más mala prensa, peor que la tristeza, de hecho decirle a alguien que es envidioso/a es considerado como un insulto, en ocasiones hasta […]

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