02/12/2021

Por favor, mantenga sus impertinencias controladas

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Cada vez tengo más claro que cuando nos dedicamos a la gestión de personas desde el liderazgo y la dirección, o desde el acompañamiento para mejora de su bienestar personal y profesional, tenemos la responsabilidad de hacerlo desde un lugar donde prime la empatía, la asertividad y el aprendizaje compartido. Cuando acompañamos desde la autonomía responsable, ofreciendo oportunidades para ir dando luz a otras posibilidades, favorecemos el cambio y la transformación.  

Partir de nuestra individualidad aprovechando nuestras fortalezas de lo que como personas sentimos, pensamos y hacemos, son la clave para generar sinergias positivas. Aportar nuestra experiencia personal repercute positivamente cuando lo ponemos a disposición de otras personas, desde el respeto mutuo, la autonomía y la libertad en la toma de decisión sobre proceso de aprendizaje y cambio.

De mis años de experiencia dirigiendo equipos, como formadora y facilitadora en otros, y ahora en el acompañamiento en consulta psicológica, si algo he aprendido es que no podemos pretender acompañar o compartir sin antes mirarnos a nosotros/as desde una mirada empática y compasiva, porque no podemos empezar la casa por el tejado. 

La joya que nos brinda el autoconocimiento es el darnos cuenta (autobservación y atención) e identificar las herramientas personales (intelectuales, emocionales, corporales y sociales) con las que contamos para descubrir y conocer nuestras creencias, limitaciones y utilidad lo que nos va a permitir la comprensión y el compromiso para el cambio. Otra joyita es que nos permite la autodeterminación y el criterio propio, necesario para alejarnos de influencias, manipulaciones o convencimientos que no nos aportan, ni nutren, ni nos enriquecen, sino todo lo contrario nos alejan de lo que somos y en ocasiones incluso, de lo que queremos ser.

No podemos dirigir, gestionar y acompañar desde nuestras heridas, principalmente porque no sería honesto, además de que no se merecen ser la diana de nuestras frustraciones, inseguridades y miedos.

Es cierto que en ocasiones no somos conscientes de las consecuencias o de las heridas que generan las nuestras, pero ahí es donde hacemos uso de nuestra honestidad para asumir la responsabilidad de mirar hacia dentro desde un lugar compasivo que nos permita observar, comprender, aceptar e integrar.

Esa mirada interna nos abre la posibilidad de mirar hacia fuera desde otro lugar. Favoreciendo una mirada apreciativa y de respeto hacia las otras personas, necesaria para que se dé una comunicación sana y un buen trato.

Solo así, desde ese nuevo lugar y con esas joyitas podremos darnos cuenta que no estamos solos en el mundo, que nuestros pensamientos se transforman en palabras,  nuestras palabras en acciones, y que esas acciones pueden herir.

Sólo ahí, en ese lugar de «darme cuenta» podré parar, observar, comprender, aceptar, gestionar e integras, para así poder mantener mis impertinencias controladas.

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