Norberto Levy en su libro “La sabiduría de las emociones” relata como el primer instante de la envida es un dolor agudo ante un contraste que nos remite a nuestros deseos insatisfechos. Si aprendemos a utilizar esa señal descubrimos la riqueza potencial de la envidia, y no surgirá la necesidad de destruir los logros del otro.
La envidia es una de las emociones socialmente con más mala prensa, peor que la tristeza, de hecho decirle a alguien que es envidioso/a es considerado como un insulto, en ocasiones hasta humillante, por eso no la mostramos y en el caso de que se nos vea el plumero, la negamos, sentimos vergüenza o entra la culpa en acción. Ante tal panorama nuestra atención se focaliza en atender estos primeros síntomas que nos llega de la envidia, y perdemos de vista el aprendizaje o la utilidad que nos puede aportar.
Cuando tomamos contacto y observamos nuestra envidia, nos damos cuenta de que en realidad su prioridad es lograr realizar lo que deseamos y no podemos tener, ya no lo sentimos como una forma de odio hacia esa persona. Esta toma de conciencia nos sitúa en otro plano de acción permitiéndonos poner el foco en lo que tengo que hacer y que mecanismo tengo que poner en marcha para llegar a ese objetivo que deseo.
En este sentido la envidia nos permite ponernos en contacto con un deseo no satisfecho, y es cuando debemos aprovechar la señal para convertirlo en un aprendizaje, ¿qué deseo no he satisfecho?, ¿qué quiero y no tengo?, ¿qué no he hecho?……
A medida que voy poniendo el foco en mis propios logros, la situación se equilibra, al igual que mi percepción de lo que puedo, quiero o tengo.
Cuando hemos descubierto nuestro deseo no logrado y los recursos que necesitamos desarrollar para poderlo realizar pasamos de la envidia a la admiración. Ya no deseamos lo que tiene el otro, sino admiramos el camino que ha recorrido para lograrlo, porque ese camino también lo hemos transitado nosotros.
Aprovechemos el aprendizaje de la envidia, démonos cuenta de lo que tenemos que sanar, y empecemos a actuar para solucionarlo.
“La envidia es mil veces más terrible que el hambre, porque es hambre espiritual”. Miguel de Unamuno
Un punto de vista muy positivo. Ver esos «pecados» como avisos para crecer en la empatía y en ser mejores personas, me parece estupendo.
Gracias por acompañarme y aportar. Un abrazo!