Se llama Gilda y nada más verme me invita a jugar. Mientras la observo recuerdo como el juego nos aleja de la estructura y nos acerca a la espontaneidad, como nos aleja de los deberías y nos acerca al disfrute, dando un baño de respiro a nuestra mente pensante que en ocasiones no para.
Gilda tiene su historia. No la querían porque cuando nació no era lo que se esperaba, en su cuerpo habían pequeñas señales que indicaban que no era perfecta. En un corto periodo de tiempo pasó del abandono al amor por medio de una mirada que se convierte en una conquista, enamorando a su nueva compañera de futuras aventuras, mi querida amiga Fátima Bravo.
Verlas me recuerda lo importante de los vínculos, de los afectos, de la complicidad, de lo fácil que es vivir y de lo complicado que en ocasiones lo hacemos los seres humanos.
Verlas me recuerda la de veces que en consulta recibo a personas porque ya no pueden sostener el dolor de la carga que les genera el creer que no son perfectas, porque alguien en algún momento les dijo que no lo eran.
Créeme si les digo que más de una vez, lo que me viene a la cabeza mientras las escucho es pensar: «hay tantos idiotas que ponen el mundo al revés y son los que no vienen a terapia». Si supieran que trabajando en sus heridas evitarían proyectarlas causando ese dolor en otras personas, otro gallo cantaría!. Luego despierto y recuerdo que es nuestro querido EGO quien nos reafirma es el «yo soy así», «así se deben hacer las cosas», y «no voy a cambiar»……. desde ese lugar no se sana, y menos si no nos damos cuenta de que algo va mal para mejorarlo.
Verlas me recuerda el valor de mirar y mirarnos compasivamente. La compasión es aceptar lo que nos sucede. La compasión es simplemente darse permiso de reconocer y sentir el dolor de lo que se está viviendo, y desear aliviarlo acompañándolo con el amor más grande que podamos ofrecernos.
En terapia la compasión es acompañar sin juicio, con pausa, acogiendo y sosteniendo lo que la persona trae, quiere y necesita compartir, para juntas ir aliviando el sufrimiento. La compasión honra lo que cada uno y una es. Y aunque tu camino sea diferente al mío lo honro y lo respeto.
¡Gracias Gilda por esa maravillosa tarde de juego!.